sábado, 22 de octubre de 2011

Mujeres 50 y más emprendedoras

Mujeres 50 y más y su relación con el trabajo: expectativas de calidad de vida

Participación laboral de las mujeres

El envejecimiento de la población es un fenómeno demográfico cuyas
repercusiones en el  trabajo y en las características del empleo han adquirido
relevancia política, social y económica dentro de los países más envejecidos de
América Latina, puesto que sus mercados laborales se caracterizarán por una cada vez mayor masa de trabajadores y trabajadoras envejecidos. La estructura de
población activa muestra un claro proceso de envejecimiento.  Por lo tanto, el
envejecimiento demográfico no sólo trae consigo cambios en la estructura poblacional; también se ve fuertemente modificada la estructura de la población activa. Si a ello le sumamos la cada vez mayor incorporación de la mujer al mercado laboral, ambos factores llevan a que en un futuro no muy lejano el mercado de trabajo chileno cuente con un gran número de mujeres trabajadoras de la tercera edad.
Un cambio importante que se ha presentado en la sociedad, ha sido el de la incorporación de la mujer al mercado laboral, hecho que modifica  también  la
composición de la población activa en relación al sexo, y que introduce transformaciones estructurales en el mercado de trabajo y en el desempleo en el
interior de aquel. Junto al aumento de la participación femenina dentro del mercado laboral se espera también un cambio en la proporción que esta representa entre la población activa, principalmente en el tramo de trabajadoras jóvenes, pues al cruzar la edad con el sexo se espera que las tasas de actividad muestren diferencias significativas. Por el contrario, si analizamos la estructura de población activa en varones y mujeres en términos de evolución y cambios, se prevé una cierta tendencia al equilibrio o la neutralización del dato global, en cuanto que las mujeres han ido accediendo al mercado laboral al mismo tiempo que numerosos varones se han ido retirando. Aunque aún a tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral en
Chile es la más baja de América Latina, donde seis de cada un empleo que se crea es un trabajo que ocupa una mujer.
El mundo del trabajo para la mujer se encuentra, por lo tanto, caracterizado por una mayor tasa de desempleo y una menor  tasa de actividad. Las condiciones más características del trabajo femenino son la realización de varias jornadas a tiempo parcial, el trabajo por horas o aquellas que trabajan en su propio domicilio. Con el fin de reducir al mínimo el costo de la mano de  obra y de la producción, las empresas tienden cada vez más a la subcontratación y a funcionar a través de trabajo domiciliario. En estos casos, la mujer suele ser la empleada yuxtaponiendo la actividad laboral y la doméstica en un mismo espacio de hogar.  Desdibujándose la línea que divide el mundo público y el mundo privado. Las mejores condiciones de trabajo están asociadas a aquellas mujeres que han buscado nuevas alternativas de empleo, como
son las que han montado una pequeña o mediana empresa con la ayuda de alguna subvención estatal, y las que, en general, trabajan de forma autónoma o por cuenta propia.
Sin embargo, el empleo continuo ya no es una norma bajo la cual se organice el ciclo vital de un gran número de personas. Este paradigma laboral masculino está siendo reemplazado por las normas que caracterizan la experiencia de las mujeres en el mercado de trabajo, principalmente en cuanto a su discontinuidad y complementariedad de roles. Esto es lo que Schuller (1989) llama „feminización del empleo‟ y presenta las siguientes características: a) fragmentación y discontinuidad del empleo; b) ausencia de predictibilidad laboral y ocupacional futura; c) desempeño en trabajos a tiempo parcial; d) alta incidencia de movilidad profesional descendente; e) estatus marginal al interior de los puestos de trabajo; f) alto nivel de ambigüedad en relación al estatus o posición en trabajos no formales. Todos estos elementos revisten especial importancia dentro de la estructura temporal de la vida de las mujeres pues dicen relación con sus trayectorias laborales y sus categorías sociales a lo largo del tiempo y del transcurso de sus vidas.
La incorporación de la mujer al mercado laboral fue el producto de una larga lucha de numerosos colectivos. Ejercer el derecho al trabajo ya es una realidad para un gran porcentaje de mujeres
1. Situación que se complejiza a la hora de plantearse a la tercera edad y su relación con el trabajo. Esa es una realidad de la cual recién se está tomando conciencia al interior del ámbito laboral y de la seguridad social.
Guzmán et al (2000)
2. Afirman que las características del mercado de trabajo en cuanto
su jerárquica división sexual sustenta las valoraciones diferenciadas de los trabajos realizados por hombres y por mujeres en directa relación con la subordinación
                                             
La cada vez  mayor incorporación de la mujer al mercado de trabajo ha ido modificando la estructura de población activa según sexo. Las mujeres participantes activas del mercado de
trabajo, representan más de un 30% del total de la fuerza de trabajo ocupada.

Las autoras realizan un análisis de los recorridos biográficos de mujeres pertenecientes a tres generaciones diferentes, centrándose en sus interrelaciones, cambios y configuración. En este estudio se evidencia la coexistencia de diversas generaciones de mujeres  trabajadoras al interior del mercado laboral, a la vez que se “avanza algunas recomendaciones de políticas para facilitar el acceso, permanencia y movilidad de las mujeres en el mercado de trabajo y el desarrollo de trayectorias laborales más autónomas”.doméstica y social de las mujeres. Su mayor presencia y participación en el mercado de trabajo no necesariamente trae consigo un cambio en su posición en relación a los varones y a la valoración social de su actividad laboral. Los modelos de demanda, experiencia y configuración social de lo laboral siguen siendo los masculinos, y en un mayor grado en el caso de los trabajadores de la tercera edad.
Trabajadoras mayores entrevistadas durante el trabajo de campo  en el marco del desarrollo de una investigación afirman estar postergando lo más posible el momento del retiro laboral debido, justamente, a que los fondos de sus cotizaciones no son suficientes como para proveerlas de una pensión de jubilación que les asegure buenas condiciones  de vida durante la vejez. El factor inseguridad dice relación con beneficios previsionales y cobertura de salud, o sea, un empleo es inseguro toda vez que no lo respalda una serie de leyes sociales mínimas o básicas. Esto dice directa relación con el futuro de la pensión de jubilación y las expectativas de ingresos durante la vejez. El peligro está en que la flexibilidad y la consecuente precariedad en el empleo lleguen a ser la principal característica del mercado de trabajo en un futuro próximo. Ello llevará a que junto con aumentar la población mayor de 60 años, también aumentará la pobreza con una vejez con muy bajos ingresos.  De tal forma que “la pobreza en la vejez comienza cuando se trabaja a cambio de salarios bajos, y en las mujeres se da una constante histórica en este sentido” (Bazo, 2001: 25). Cuestión preocupante a la hora de percibir la pensión de jubilación pues, si ya sabemos que las cotizaciones de las mujeres suelen ser más irregulares que las de los varones por concepto de maternidad, cuidado de hijos o familiares, éstas se ven mayormente afectadas por la merma que les significa cotizar por un sueldo más bajo, “al tiempo que las mujeres continúan siendo en su periodo de vida activa un ejército de reserva de mano de obra, se mantiene y perpetúa el sistema de desigualdad entre géneros que culmina en la ancianidad” (op. Cit.: ibid). Por lo tanto, el trabajo y la jubilación dicen relación tanto con una dimensión económica como con una social.rmanencia (Jepsen 2002).



Cambios sociales en personas 50 y más


Factores demográficos y sociales


Salud Mayores. Cambios sociales en personas mayores. Factores demográficos y sociales
El envejecimiento de los individuos se refleja en la sociedad en la que viven. En las sociedades avanzadas se observa, paulatinamente desde la revolución industrial y de forma acelerada desde el inicio del siglo XX, un aumento de la proporción de personas mayores de 65 años debido al aumento de la esperanza de vida y a las mejoras higiénicas, sanitarias, nutricionales, laborales, etc. Esto, junto con la disminución de la natalidad, hace que la edad media de la población sea más elevada que en siglos anteriores.
En España la población mayor de 65 años es actualmente 7 veces más numerosa que hace cien años y representa cerca del 17% de la población total. Dentro de este grupo cada vez cobran mayor importancia los mayores de 80 años; es el envejecimiento del envejecimiento. De seguir a este ritmo se espera que en el año 2050 los mayores de 65 años representen el 31% del total de la población.
Este envejecimiento de la población tiene varias consecuencias; la primera es el aumento de la dependencia de las sociedades, es decir que cada persona activa tiene más personas que dependen de ella, tanto directamente como de forma indirecta a través de los impuestos. El dinero recaudado con los impuestos de los trabajadores, que proporcionalmente cada vez serán menos numerosos, tendrá que repartirse para las pensiones y el cuidado de las personas mayores, que serán cada vez más abundantes. Esto será así si el sistema impositivo y de pensiones sigue igual que hasta ahora y si no cambian las tendencias demográficas.
Pero el envejecimiento poblacional no solo tiene consecuencias sobre la economía, sino que también las tiene sobre las cargas de cuidados efectivos; es decir, al haber más personas mayores, se asume que habrá más dependientes que deberán recibir cuidados.
Otros aspectos demográficos a tener en cuenta en relación con la vejez son el sexo y el estado civil. En la actualidad, entre los mayores de 65 años hay un millón más de mujeres que de hombres y en los octogenarios la diferencia es aún mayor: 2 de cada 3 personas de más de 80 años de edad son mujeres. Con respecto al estado civil, más del 50% de las mujeres mayores de 70 años son viudas y viven solas, mientras que más del 75% de los varones de esta edad están casados y viven con sus parejas.
La distribución geográfica del envejecimiento también nos puede dar muchas pistas para entender las consecuencias sociales de éste. La población mayor es fundamentalmente urbana, pero los núcleos rurales son los que tienen mayor porcentaje de personas mayores. Es decir, en números absolutos hay  más personas mayores en las ciudades, pero en los pueblos gran parte de sus habitantes son ancianos. Esto es muy importante a la hora de planificar las necesidades de servicios sociales. 
 Con la edad, las personas mayores pierden contactos y entramado social, por muerte de familiares y amigos coetáneos, hijos que se independizan (nido vacio), limitaciones, aumento de la dependencia propia y de otros individuos de su entorno, etc. Es relevante la pérdida de ingresos con la jubilación, que también desestructura el uso del tiempo y la percepción del lugar en la sociedad (pérdida del rol laboral). Y, por supuesto, la dificultad para adaptarse a los cambios tecnológicos, que en los últimos 50 años mantienen un crecimiento exponencial; para una persona que nació con los teléfonos con operadora resulta complicado entender los últimos equipos de telefonía móvil, y si fue testigo del nacimiento de la televisión, ya no es capaz de seguir la evolución de internet y sus aplicaciones.
 La tendencia de las personas mayores a convertirse en más introvertidas viene dada por dos conjuntos de causas primordialmente:
  •  uno de ellos es, sencillamente, el estrés de los últimos años, siendo la introversión el resultado de la desesperación y de la depresión, así como la falta primaria de red social. Sería una especie de reacción como la de la zorra de la fábula: “no las quiero, no están maduras.”
  •  otro es consecuencia del descubrimiento de la riqueza del mundo interior y de la reducida necesidad de responder a las demandas sociales mediante el éxito y la participación.
Esta desocialización se registra como uno de los principales problemas percibidos por la gente mayor. Según varios estudios la desadaptación social afecta con mayor intensidad a varones, que demandan mayores contactos sociales, mientras que  las mujeres dependen más de los contactos familiares.
El retraimiento social, aunque en principio puede iniciarse por parte del anciano, a menudo se ve acrecentado por la indiferencia del entorno, lo que conlleva la aparición de la dependencia de las personas mayores. El romper este aislamiento de forma adaptada y compensada es un reto básico para un envejecimiento socialmente saludable
                                     

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